Montevideo, una reseña vilamatiana

Foto : Borja Rivero

Una reseña de la última novela de Enrique Vila-Matas

Por Borja Rivero

Llevo unos días dándole vueltas a qué escribir en Pasajes, hace poco me invitaron a participar, pero he de confesar que me pilló desprevenido. He reflexionado sobre varios temas y, de pronto, recordé la última novela de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), Montevideo (Barcelona, Seix Barral, 2022). El libro lleva desde Navidades en mi estantería, esperando el momento ideal para ser leído. Cuando escribo estas palabras, considero que el momento todavía no ha llegado, así que me gustaría empezar esta reseña como lo haría el propio Vila-Matas, es decir, reseñando el libro antes de leerlo.

Como conozco al autor, puedo decir que Montevideo habla fundamentalmente de literatura, y puedo afirmar sin temor a equivocarme, que el título y la ciudad son sólo una excusa en la narración, y que lo más probable es que nos enredemos en las consideraciones de un personaje torpemente brillante, un alter ego del autor para no tomarse en serio, porque tomarse en serio sería poco serio literariamente. Todo es un juego, la literatura sin duda lo es, “un juego muy serio” ha calificado él mismo en algún momento (o no, pero esto no importa). Conozco también algo sobre lo que rodea literariamente a Montevideo: Borges y Cortázar. Sé, porque lo sé, que es un cuento de Julio Cortázar, La puerta condenada, lo que guía la historia: en el cuento un hombre llega a un hotelito de Montevideo, El Cervantes, y se hospeda en un pequeño cuarto, en el cual, detrás de un armario, hay una puerta cerrada. Por la noche escucha el llanto de un bebé, pero al otro lado no hay ningún niño. Se limita así una frontera entre lo real y lo imaginario. De Borges también hay un poema titulado Montevideo, donde se encuentra un verso “Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve”. Es un poemita discreto en su obra, pero resulta curiosa la coincidencia sobre la puerta. Y tanto hablar de ello, he recordado otra novela, La puerta entreabierta, escrita por Cristina Fernández Cubas bajo el pseudónimo Fernanda Kubbs allá por 2013. Fernández Cubas, además de ser muy amiga de Vila-Matas, aborda en ese libro la frontera entre la realidad y lo fantástico.

Me gustaría empezar este párrafo confirmando que ya he terminado de leer el libro. Soy un lector veloz, como pueden comprobar. Montevideo se desarrolla entre París, origen de la pulsión de lo ficticio (no podía ser de otro modo con el autor), Cascais, Montevideo, Bogotá, un rápido suspiro en Reikiavik, y por supuesto Barcelona, utilizada como suerte de discreta ancla de lo real. El narrador y protagonista, que podríamos considerar escritor, se encuentra en un proceso entre verborreico (a lo Montano) y el bloqueo (a lo Bartlebly), y busca la dichosa puerta del relato de Cortázar como quien peregrina en busca de iluminación. Esto, más o menos, es lo que se puede contar de la trama.

No me equivoqué mucho en mi reseña de hace dos párrafos, salvo porque no se menciona el poema de Borges, quizá por no añadir otra puerta a una novela llena de ellas, y tampoco he visto referencias a Fernández Cubas en ninguno de los heterónimos que desfilan en el libro, pero Cortázar y su cuento sí que sirven para guiarnos en un juego puramente metaliterario, un juego de puertas donde el lector debe estar atento para no perderse en ese abrir y cerrar, en esa multitud de guiños entre la ficción y la reflexión. He de subrayar esto, porque en mi opinión, es ahí donde se encuentra la parte magistral del texto, en ese juego, que puede pasar incluso desapercibido para un lector poco atento, y que se desarrolla creando distintas capas entrelazadas.

Si bien a la novela le cuesta arrancar y se pierde en las habituales diatribas en torno a la escritura y la literatura, en esa primera parte que corresponde a París, se enuncian las reglas del juego, las dos más importante son: contarlo absolutamente todo hasta el aburrimiento, y los lugares inmóviles que sirven de puntos de referencia, más o menos imposibles, gracias a los que uno puede viajar a otro lugar. A partir de aquí, mientras “en primer plano”, por así decirlo, se nos cuenta el viaje a trompicones del protagonista, de anécdota en anécdota, de libro en libro, de personaje en personaje (todos reales [o no] pero bajo heterónimos [o no]); en realidad, Vila-Matas se divierte escribiendo su propia versión del cuento de Cortázar una y otra vez; primero en la parte de Cascais, haciendo al narrador protagonista del mismo; por segunda vez en la parte de Montevideo, con el narrador como sujeto consciente con algunas notas de absurdo; y lo lleva hasta lo onírico y extraño en la parte de Bogotá, para al mismo tiempo deconstruirlo en un juego de realidades, donde el personaje se introduce en una habitación que pone ante él una serie cada vez más compleja de relaciones, recuerdos y pensamientos. Hay mucho más, una intrincada maraña de referencias, algunas evidentes y otras más o menos ocultas, cuyo objetivo final no parece sino abolir la antes enunciada frontera entre lo real y lo imaginario.

Montevideo se inscribe perfectamente en la obra de Vila-Matas, es una pieza más en el mosaico que forman todos sus libros. El autor domina cada vez mejor su propio juego metaliterario, un juego quizá un poco difícil de seguir si no se le dedica la concentración necesaria, pero revela que escribir en serio y buscar nuevas vías para la narración todavía es posible. Dicho esto, me parece un texto para iniciados en esa secta literaria de los buscadores de puertas entreabiertas, la secta de la araña grande y peluda de Schrödinger, que puede o no estar muerta.

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